Tengo envidia de la piel que te acaricia,
que recorre tu vientre con avaricias,
te hace susurrar y volar
por las nubes y hasta la luna llegar.
Qué sensación mas pura
la de aquel que tus brazos acurrucan,
que siente el calor de tu cuerpo,
y hace que se detenga el tiempo.
No sé si sentarme y mirar,
atento hacia el altar,
o dejarme llevar,
por el viento,
hasta donde no pueda más.
Febrero, 2012
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